Quise empezar el tema con esta cita del magnífico poeta portugués Fernando Pessoa “Somos cuentos de cuentos, contando cuentos, nada” porque resume y describe lo que los seres humanos hacemos todo el tiempo sin tener conciencia de ello. Creemos que lo que nos sucede, los hechos de la vida, son los que quedan en nuestro recuerdo.
En realidad, lo que permanece en la memoria es la interpretación que hacemos de lo que nos sucede. Interpretación que puede resignificarse con el tiempo y que está en permanente construcción.
Las interpretaciones que hacemos de los hechos van constituyendo, a lo largo de la vida,narrativas o relatos que nos contamos y que contamos a otros, sobre lo que nos acontece.
Rafael Echeverría dice al respecto:
“No somos sino el personaje principal de la historia que nos contamos sobre nosotros mismos. En algunos casos, ese personaje es presentado como héroe, en otros puede ser presentado como víctima”[1]
Un coach debe aprender a leer narrativas para hacerle tomar conciencia a su coachee que lo que relata es sólo eso, un relato independiente del hecho que le dio origen y permitirle – si el relato ya no le es funcional construir otra narrativa que lo libere y expanda sus posibilidades.
Una de las narrativas más comunes en las conversaciones de coaching es la narrativa de la víctima. En este trabajo, voy a referirme a ella.
Describiré características propias de este tipo de relato y los efectos de la narrativa sobre el individuo; me referiré también – como contracara – al relato del protagonista y lo más importante, brindaré sugerencias al coach que escucha este tipo de narrativa, para que pueda ayudar a su coachee en su desplazamiento hacia otras narrativas más liberadoras y sanadoras.
2. Características propias de “la narrativa de la víctima”
En principio, vale aclarar el porqué del nombre. Según el Diccionario de la Real Academia el término “víctima” alude a una persona que sufre daño por culpa ajena o por causa fortuita. Figuran otras acepciones a la palabra pero la indicada es la que más se acerca al uso que le damos en el tema de las narrativas.
El coachee relata la problemática que lo trae a la conversación de Coaching desde el lugar de la víctima, o sea, se muestra dañado o perjudicado por otro o por una causa que no conoce, pero que es externa a él. Su comportamiento entonces está causado por algo ajeno a él, que además – aunque ha intentado – no ha podido manejar. Ejemplo:
Coachee: “No fui elegido otra vez. El año pasado creí que lo harían, no pasó… Evidentemente, no ven ni valoran lo que hago. Me quedé horas extras durante el verano, la época alta. Fui a trabajar los fines de semana. Y ahora, que esperaba el reconocimiento, no me hacen Gerente. Otros, que no han trabajado ni la mitad que yo, que se van a las 6 de la tarde, que no buscan la excelencia, que no atienden al cliente, lo lograron.
Coach: ¿A qué lo adjudicás?
Coachee: -Al acomodo, a la política, a ser obsecuente…Yo no la voy con esa. Yo no voy a almorzar con los jefes y vuelvo a las 3 de la tarde, para irme luego a las 6. Yo estoy sacando el trabajo y a veces, ni almuerzo…
Coach: ¿Qué pensás hacer, entonces?
Coachee: Nada, qué voy a hacer…no depende de mí. Yo más no puedo hacer…Tuve un pico de estrés en el verano. Podría irme a otro lado, pero no es justo. El trabajo me gusta y además, el mercado afuera no está bien.”
Veamos entonces las características del relato desde el lugar de la víctima.
2.1. El relato de la víctima es un modelo reactivo y determinista Es reactivo, porque un estímulo externo le produce una reacción que no puede controlar y es determinista porque el coachee no ve su capacidad de elegir otra respuesta. El individuo está apresado en un relato que no tiene salida. No ve que es libre de elegir, sino que se siente condicionado a actuar reactivamente. En el relato de la víctima, el individuo adjudica sus fracasos o las emociones negativas que experimenta, a fuerzas externas a él. En el ejemplo anterior: los compañeros obsecuentes, sus jefes, el mercado de empleo. Entrega su poder personal a algo externo que maneja la situación. Las dificultades para cambiar las encuentra afuera. Cree que no puede tomar responsabilidad de su propia vida. Se considera “efecto”, no “causa”.
2.2. Los hechos que narra pueden ser totalmente ciertos pero están seleccionados del resto, de modo que convaliden su identidad de víctima. En general, el coachee no acepta la palabra “víctima” porque entiende que le decimos que está mintiendo, que se victimiza, agrandando o exagerando lo que le pasa. Puede llegar incluso a perder la confianza en el coach si insistimos en usar la palabra. El problema no son los hechos, sino la interpretación y posterior narrativa que el coachee construye con los hechos.
2.3. El relato está lleno de juicios negativos hacia otros y hacia sí mismo y de excusas para no cambiar. El marco de referencia reactivo hace que el coachee brinde explicaciones y argumentaciones, acerca de los otros y del daño que le hacen. Esas argumentaciones, muchas veces, son impecables en los datos seleccionados y en el desarrollo intelectual. Pero, son interpretaciones, lecturas, miradas, independientes de los hechos.
En el ejemplo anterior: “no ven ni valoran lo que hago”; “al acomodo, a la política, a ser obsecuente”; “Yo más no puedo hacer”.
2.4. Las emociones que predominan son molestia, insatisfacción, queja, y dos que suelen aparecer, de las más tóxicas: el resentimiento y la resignación, definidas como “la no aceptación de que algo es fáctico y debe ser aceptado” (resentimiento) o que “algo que en el presente no existe, pueda ser posible” (resignación). Son emociones negativas porque restringen las posibilidades del sujeto y algunas son tóxicas porque terminan poseyéndolo. Lo que quiero decir es que, muchas veces, vivimos presos de esas narrativas, tanto que las narrativas terminan teniéndonos a nosotros.
2.5. El relato de la víctima está centrado en el pasado. Un pasado que el sujeto ve como inmodificable y que es el culpable de su presente. El futuro no existe o es una continuación del pasado. Nada va a cambiar. En este tipo de narrativas el pasado es el que confiere sentido al presente y al futuro.
2.6. La narrativa de la víctima busca la compasión del coach y a la vez, clama por una mirada diferente. Se da a menudo una contradicción en la emocionalidad del coachee. Busca empatía y sumar un nuevo testigo a su historia, pero también, si escuchamos con atención es un pedido de salvación, no quiere más consuelo. “Todo cautiverio perfila la posibilidad y el sueño de la liberación”, dice Echeverría en la obra citada. El coachee se siente preso de la situación y a la vez, sabe que su historia conlleva la existencia de una puerta de salida. Si pide una conversación de coaching es porque algo de esta narrativa esta en crisis. Es decir, algún aspecto del observador que viene siendo está dejando de serle funcional. El coach debe intervenir allí, sobre el observador que es el coachee que narra, no sólo sobre la narrativa.
3. El peligro de que el coach pueda estimular la narrativa de la víctima. Decíamos anteriormente que no le sirve al coachee nuestra compasión solamente y menos, si “compramos” la historia del coachee como la única posible. Sin darnos cuenta y a veces, con buena intención, para empatizar y crear contexto, aceptamos la historia y no nos desplazamos de ella como un observador diferente. Cito a Fredy Kofman: “La compasión es una forma vacía de apoyo. Alimentar el sentimiento de indefensión, resignación e indignación de la víctima es una manera improductiva de manifestar el sentimiento de amistad”[1]
Y lo peor,podemos estimular con nuestra indagación la narrativa de la víctima. Ejemplo: • ¿Cómo fue que te hicieron eso? • ¿Por qué te pasó eso a vos? • ¿Es costumbre que tu jefe te trate así? • ¿Por qué te habrán hecho eso? • ¿Qué deberían haber hecho ellos?
Debemos estar muy alertas para no caer en un sentimiento de compasión que sólo alienta la narrativa y le impedirá al coachee desplazarse. Muchas veces, nos identificamos como coaches con la narrativa del coachee, porque a nosotros nos sucedió algo parecido, o para mostrarle que lo comprendemos, o para establecer un vínculo más estrecho, o porque somos observadores similares en esa cuestión. Menudo favor le haríamos a nuestro coachee. No pidió coaching para eso. Al contrario, muchas veces hasta puede molestarle nuestra identificación. Necesita otra narrativa que lo ayude a recuperar su poder.
4. El desplazamiento hacia la narrativa del protagonista. La palabra protagonista alude al personaje principal de una obra literaria, cinematográfica o teatral. Es una palabra de origen griego que significa exactamente eso: “el actor principal”. Lo interesante es que la base de esta palabra, agonistés en griego, significa originalmente luchador. Ser el personaje principal, como ya vimos, no implica necesariamente ser contado como un guerrero o un luchador. También puede ser relatado como víctima. La narrativa elegida es la clave. ¿Qué características tiene la narrativa del protagonista?.
4.1 Es una narrativa responsable.
Descubre oportunidades
Toma los obstáculos como desafíos
Se hace cargo de las situaciones
Elige conscientemente y sus respuestas, también lo son
4.2. Es una narrativa que rescata el poder personal del sujeto.
La interpretación que hace el coachee valora la superación de obstáculos
Ve la vida como una superación constante de metas
Trabaja para lograr sus metas
Se esfuerza por acumular logros individuales porque se enorgullece de sus logros
Lo que sucede es parte de la vida, no le pasa sólo a él
Sus emociones negativas están reguladas por su racionalidad, predominan las emociones positivas
4.3. La narrativa del protagonista está centrada en el presente (con muchas referencias al futuro).
Lo que sucedió en el pasado es lo que le permitió ser quién es hoy
Si hace referencia al pasado, es sólo para mostrar sus logros al superar los obstáculos
Es participante activo de su presente
Podemos estimular con nuestra indagación la narrativa del protagonista. Ejemplos:
¿Cómo respondiste a este desafío?
¿Qué parte tuya contribuyó a lo que sucedió (consciente o inconscientemente)?
¿Para qué creés que esto ha sucedido?
¿No hubo señales que no viste y no te permitieron anticiparte?
¿Qué podrías haber hecho para evitarlo?
¿En qué te fortaleció?
¿Qué nuevas competencias podés descubrir al haber transitado esta situación?
¿Qué harás para que no vuelva a suceder?
Dice Kofman al respecto: “El propósito es comprender que la perspectiva del protagonista deja a la vista oportunidades de acción que estaban ocultas”[1] La idea es hacerle ver al coachee que -si bien los hechos sucedieron- la interpretación que les ha dado no le sirve, no lo “empodera” sino que, por el contrario, lo deja como una víctima inerme, sin salida ni solución.
Todo lo anterior, con la misma amorosidad que pondríamos si lo consoláramos. No hay por qué tratarlo con rudeza ni hacerlo culpable de nada, sino mostrarle su contribución a lo que sucede y cómo puede salir de esa narrativa cambiando su mirada. El papel del coach es fundamental en este pasaje de una narrativa a otra. Para que el coachee pueda cambiar de mirada es útil hacer algún tipo de intervención, para que no quede sólo en el discurso oral. Por ejemplo, se le puede hacer narrar por escrito su biografía – o parte de ella- de las dos maneras:
1) como la historia patética: la visión de la víctima inerme y presa de las circunstancias, con una vida triste o amarga. 2) desde el punto de vista de otra persona, que ve en la experiencia, el desafío que la vida presenta, adecuado a las fuerzas y posibilidades del sujeto en cuestión : la versión del guerrero interior
Vivenciar las dos maneras le permitirán al coachee pasar de la visión de la víctima a una percepción más liberadora, más plena de su propio poder y creatividad. Seguramente, comentará después de la experiencia de la escritura que- al objetivarla en el relato escrito- pudo comprender más la inutilidad de la misma.
5. Conclusión. La “victimización” no es una elección consciente en la mayoría de los casos. Hay culturas organizacionales o idiosincrasias que promueven la narrativa de la víctima sin darse cuenta. Incluso está bien visto un análisis exhaustivo de los errores “de arriba” o “de afuera” para justificar lo que pasa. Es difícil escapar a esos relatos que -muchas veces- escuchamos desde nuestra familia, en nuestra infancia. Antes de poder elegir otra mirada, primero hay que reconocerla. Dejar “la transparencia” y observarnos como electores, como causa, no como elegidos o efectos del accionar de otros. Una vez superada la transparencia, hay que poder elegir la narrativa del protagonista y sostenerla en el tiempo. Aunque, de tanto en tanto, nos desplacemos hacia la víctima y rápidamente corrijamos. La elección consciente de la narrativa del protagonista es una manera de vivir, es una elección por valores, que trae a nuestra vida entusiasmo y esperanza.
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Referencias: [1] Rafael Echeverría, El observador y su mundo. Vol.2. J.C.Sáez Editor. Chile. [2] Fredy Kofman. La empresa consciente. Buenos Aires. Aguilar.2008 [3] Fredy Kofman. Op. Cit. [4] Ejercicio ideado por Ana Inés de Avruj en su libro Viaje del alma.
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